jueves, 25 de noviembre de 2010

REVELACIONES Y ENIGMAS DEL NUEVO MUNDO

.REVELACIONES Y ENIGMAS DEL NUEVO MUNDO


12 de octubre nada para festejar
Algo que los descubridores y colonizadores de América apenas entrevieron, y desde luego no comprendieron, fue el pasado de aquel Nuevo Mundo, que lo era solamente para ellos. El descubrimiento de la riqueza histórica y mítica de aquellas misteriosas tierras comenzó mucho después, abriendo poco a poco asombrosas vía al conocimiento.


Hernan Cortes y Moctezuma II

Esta misión rastreadora llevaría a establecer cómo en América, en mayor proporción que en ninguna otra parte del mundo se descubrían huella de razas y civilizaciones superiores, no relacionadas siquiera con las que habitaban el continente a la llegada de los europeos.

¿De qué fantástica civilización procedían los antepasados de los amerindios? ¿Quiénes fueron y por qué desaparecieron, dejando, esos sí, tanto asombro en los rastros de su historia? ¿Por qué esa historia resulta, aún hoy día, de tan difícil interpretación?

Enormes extensiones de continente americano permanecen todavía vírgenes a la investigación arqueológica. Dificultades del terreno, imponderables meteorológicos y, sobre todo, escasez de presupuestos económicos, impiden despejar los interrogantes históricos de que está erizada esta parte del planeta. Pese a ello, a cada nuevo golpe de piqueta surgen nuevas huellas fantásticas que nos hablan de un pasado maravilloso en el que tal vez se dejó sentir la influencia de civilizaciones venidas desde no se sabe donde. El examen pormenorizado de estos hallazgos nos acerca al "enigma" de América.

PROTAGONISTAS DEL DESCUBRIMIENTO

¿Por qué los descubridores les llamaron "salvajes"? ¿Ocultaban con ello un sentimiento de inferioridad ante manifestaciones culturales superiores, sistemáticamente destruidas?

"El obsequio de las cuentas de vidrio que Cortés hizo a los nobles aztecas aclara inmejorablemente la virtud interior que este soldado mantendrá hasta el final de la conquista: a pesar de sus sorpresa frente a manifestaciones culturales de gran refinamiento, no dudará jamás de que se encuentra en presencia de un pueblo bárbaro cuyo único interés reside en su fabulosa riqueza. En ninguna parte de sus escritos manifiesta la menor inquietud por comprender una realidad que condena irremisiblemente aun antes de acercarse a ellos. Así, apenas nos permite percibirla, cuando ya la ha convertido en ruinas". De esta aplastante realidad parte Leurette Séjourné, eminente arqueóloga de Instituto Nacional de Antropología e Historia de Méjico, para juzgar el comportamiento de los conquistadores españoles a su llegada al Nuevo Mundo, que si en muchas ocasiones fueron recibido y agasajados como dioses, ellos pagaron el obsequio como diablos.

No obstante, la primera imprenta que llegó al Nuevo Mundo se estableció en la ciudad de Méjico en 1539, veinte años después de la llegada de Cortéz, noventa y nueve de la tipografía móvil de Gutenberg y tan sólo setenta y seis del primer impreso fechado en España.

Y mundo nuevo resultó, efectivamente, para el descubridor y sus hombres a sus llegada a Guanahaní, que encontraron, a primera vista, un paisaje exótico y una raza extraña de seres humanos que los recibieron amistosamente.

Cristóbal Colón bautizó como "indios" a estos desconocidos, sabido es que por creer hallado las costas de la India.

Aquellos "indios" naturales, "américos", como comenzaron a llamarlos tanto verbal como ortográficamente los primeros descubiertos, serían, sin duda, los verdaderos protagonistas de la historia, pues sin su existencia y realidad había carecido de sentido el esfuerzo de Colón y su marineros ¿Cómo eran aquellos seres humanos? ¿A qué dedicaban su tiempo y cuál era su régimen d vida a la llegada de los europeos? ¿Quiénes eran socialmente? ¿Y sus costumbres sus viviendas, sus modos de vestir, sus relaciones sexuales y matrimoniales? ¿Qué ocurrió realmente con la llegada de los conquistadores? ¿Cómo realizaban sus ritos religiosos? ¿Y qué comerciaban?...

Todas estas cuestiones forman un conjunto de enigmas que, planteados desde el testimonio excepcional de los cronistas que dieron fe de cuanto vieron y hallaron, se remonta a los orígenes mismos de aquellos pueblos primitivos, autores de su propia historia, de sus mitos y leyendas, que los descubridores sacaron a la luz del mundo occidental no siempre con la interpretación más ajustada.

ISLAS DESIERTAS, PAJAROS HECHIZADOS

La mayor parte de las tierras que encontraron los descubridores a su llegada estaban desiertas. Unas, a causa de su pésima situación en medio del océano, sometidas a fuertes ven toscas y carentes, además de recursos naturales que hicieran propicia la vida de indígenas; y otras, abonadas por los esporádicos navegantes de otras tierras, después de comprobar lo inhóspito de sus costas. El paisaje que pudieron observar los descubridores no podían ser más desolador e inhumano, lo que sin duda contribuyó a aumentar su desconcierto. No encontraron seres humanos, pero sí grandes bandas de pájaros, que los navegantes observaron con cierto estupor, pues no oponían resistencia alguna a ser atrapados y sólo mostraban inquietud si molestaban a sus crías y huevos.

¿Estaban hechizadas aquellas aves exóticas? Incluso los peces, conejos y venados parecían hallarse de igual modo encantados, pues podían ser apresados sin mucho esfuerzo... tal vez entonces fue cuando aquellos asustados marineros comenzaron a creerse ciertamente superiores. Después de tantas penalidades, falta de agua y alimentos frescos, además de las enfermedades padecidas a lo largo de la infinita travesía, la docilidad de los animales fue el primer gesto amable que recibían de la naturaleza.

DIOSES, PERO DE CARNE Y HUESO

Los indígenas recibieron con toda suerte de parabienes la presencia de aquellos extraños seres venidos , para ellos, "del cielo", como la mayor parte de los hechiceros nativos se apresuraron a confirmar.

Los españoles que desembarcaban en las Bahamas y Antillas quedaron sorprendidos al verse adorados como dioses, lo mismo que sucedería más tarde con los europeos que siguieron los pasos de los descubridores; portugueses al Brasil, ingleses a la Carolina, Virginia y Maryland, holandeses el actual Nueva York, o franceses al Canadá y Aracadia.

En lo que a Colón y sus hombres respecta, los nativos de Guanahaní, Cuba, Haití, Jamaica y Puerto Rico celebraron su participación con gran alborozo; pero la naturaleza divina de aquellos navegantes quedaría muy pronto en entredicho, especialmente en lo relacionado con las mujeres, que fueron las primeras en comprobar que semejantes dioses eran de carne y hueso.

Para los nativos de Puerto Rico, los españoles eran "hijos del sol", astro al que dedicaban su culto religioso, lo que significa tanto como la inmortalidad. La muerte accidental de uno de ellos sacó de su inocente convicción a los indígenas.

No obstante, las "milagrosas" curaciones que realizó Cabeza de Vaca con sus propias manos contribuyeron, sin duda, a fomentar la creencia de que los extranjeros tenían poderes sobrehumanos.

El famoso capitán Smith -famoso por sus tropelías y abusos- cuenta cómo los enormes hannocks adoraron a los expediciones ingleses "humillándose" en actitud mística, y narra la "resurrección de un muerto" que hubo de realizar para "demostrar" el origen divino de poder. Otro embaucador del mismo estilo fue Cartier, quien al frente de sus exploradores franceses fue acogido en Hochélaga con sollozos y adorados todos como seres sobrenaturales, razón por la cual presentaron a los galos los enfermos e impedidos de la aldea a donde que los sanasen. Los franceses se burlaron miserablemente de la buena fe de los nativos.

La expedición dirigida por Hernández de Córdoba, al llegar Grijalba y sus hombres el máximo homenaje de su ritual: comer tierra, cosa que sólo hacían una vez al año, con motivo de las grandes festividades religiosas.

En otros lugares, en cambio, los españoles asistieron con espanto al sacrificio de niños, a quienes se les arrancaban directamente el corazón en homenaje a los dioses, con quienes los confundían los nativos. La connivencia de sacerdotes y hechiceros contribuyó en gran medida a alimentar la confusión, de la que, por otro lado, no se sustrajeron los europeos.

HERNAN CORTEZ, ADORADO COMO QUETZACOATL

Apenas llegado a lo que más tarde seria bautizado como Nueva España, Hernán Cortéz fue conducido al templo de Cempoa la, el lugar sagrado de los aztecas y tlaxcaltecas. Para ellos, el recién llegado no era otro que Quetzlcoatl, "el que es como la noche y el viento", el que "creó el cielo, el sol y la deidad de la tierra".

Los presentes que Moctezuma II envió a Cortéz a poco de desembarcar en San Juan de Ulúa, eran propios del príncipe Quetzlcoatl, con quien el emperador de los aztecas confundía al extremeño.

Esta situación, sin embargo, no duró mucho, hasta el punto de que Moctezuma murió apedreado por sus súbditos, cuando trataba de convencer al pueblo para que se rindiera incondicionalmente al invasor. En otras fuentes se dice que fueron los españoles quienes acabaron con la vida del rey, a instancias de los nobles aztecas a los que había perseguido y arruinado Moctezuma II. Tal era el convencimiento del emperador, que no dudó en postrarse junto a sus ministros y hechiceros ante Hernán Cortéz, y comer tierra e incluso sacrificar algunos esclavos su honor.

También los incas del Perú rindieron homenaje a Francisco Pizarro y sus ejércitos, aunque aquí el encanto tuvo menos duración. El recelo, la conducta de los extranjeros, su interés por el oro y mal uso que los europeos de la confianza y amistad que se les brindaba, acabo por enturbiar sus relaciones u originar muchos conflictos.

VICIOS Y VIRTUDES DE LOS SALVAJES

Desde la óptica de los descubridores y conquistadores, los ritos religiosos, las relaciones sexuales, incluso las comidas y entretenimientos de los nativos del Nuevo Mundo, eran pura aberración y, por tanto hechos censurables que era preciso corregir con urgencia y rigor. Tal era el criterio vigente en aquellos años de siglo XV y siguientes, cuando la Santa Inquisición vigilaba escrupulosamente los dominios del catolicismo.

Los testimonios legados a la posteridad tuvieron por autores tanto a los capitanes de los nativos que realizaban la aventura, como a soldados y clérigos que formaban el cuerpo expedicionario. Sus observaciones no siempre son coincidentes, bien por estar unas sobrecargadas de interpretaciones fantásticas, bien por ser otras fruto de un particularísimo interés de presentar las cosas no como eran en su realidad, sino como debían entenderse en la corte.

De cualquier modo, la crónica de aquellos tiempos fue escrita casi exclusivamente por los españoles, y a hombres como Bartolomé de las Casas, Díaz del Castillo o Bernardino de Sahagún, deben el mundo eterna gratitud tanto por su fidelidad como excepcional agudeza a la hora de recoger tradiciones, anotar leyendas y costumbres y referir con admirable objetividad sus hallazgos.

Portugueses (a excepción de Ercilla), ingleses, holandeses y franceses, pasaron por encima de la mitología y de las tradiciones de los denominados "salvajes" sin entenderlas ni transmitirlas, ignorando su significado en la mayor parte de los casos. Los europeos de aquél entonces se caracterizaban más por su saciedad y poca sensibilidad que por su amor a las ciencia naturales, la investigación o la libertad de pensamiento.

Muchos objetos del arte primitivo amerindio fueron convertidos en lingotes o utilizados para fabricar armas, cuando no empleados en la edificación de fortificaciones o simplemente destruidos, como en el caso de estatuillas e imágenes divinas, consideradas heréticas y representaciones diabólicas.

Los españoles denominaron con el nombre genérico de "indios" a cuantos indígenas se tropezaron en sus viajes, sin entrar en consideración de las diferencias raciales existentes entre unos y otros, es decir, entre los habitantes de la Tierra del Fuego, por ejemplo, y los Aztecas de sur de Norteamérica, separados por muchos miles de kilómetros. En sus "Noticias Americanas", editadas en Madrid, 1792, por Antonio de Ulloa, se dice: "Quien ha visto un indio, de cualquier región que él sea, puede decir que ha visto a todos, en lo referente al color de la piel y la complexión del cuerpo. No ocurre lo mismo -aclara el científico sevillano- en los tocante a la talla, que varía en diferentes lugares".

LA BELLEZA FISICA, FACTOR COMUN DE LOS INDIGENAS

Gigantes de dos metros o tribus de pequeños hombres, el factor común del que dejaron constancia todos los cronistas del descubrimiento es la belleza física de los hombres y las mujeres, mayor, si bien se analizan estos juicios, en los varones.

Los españoles, sin embargo, quedaron deslumbrados ante las mujeres y sus encantos libremente exhibidos. Muchas de ellas pagaron muy caramente la libertad que gozaban, como en el caso de las yumas californianas, que fueron pasto de los soldados norteamericanos muchos años después del paso de los soldados españoles. Estos, por su parte, no siempre vieron cumplidos sus deseos de contemplar y hacer suyas a las "mozas desnudas", pues los hombres las ocultaban, siguiendo el dictado de los hechiceros que lo prohibían, para evitar que los extranjeros se apoderasen del espíritu de sus mujeres, cuando lo que en realidad buscaban era bien distinto.

Prendados quedaron de las mujeres de Jalisco, como de las hermosas muchachas de las islas Salomón, más bellas, según establecieron por comparación, que las peruanas.

Los ingleses, sin embargo, menos proclives a valorar la belleza física, propalaron en sus referencias que los indios desprendían un hedor peculiar, desagradable a sus delicados olfatos...

De otra parte a los europeos, ataviados con una vestimenta complicada que no facilitaba precisamente la agilidad de movimientos, la soltura, desenfado y naturalidad de los indígenas no podía por menos de producirles extrañeza. A la belleza física de aquellos cuerpos tostados al sol, se añadía un modo de vestir ajeno a cualquier prejuicio, cuya característica más notable era la ausencia de todo pudor o vergüenza por la obligada desnudez.

Para los indios, el vestido era un adorno para las fiestas, aunque también lo usaban para resguardarse del frío y defenderse de los insectos portadores de enfermedades. A diferencia de otros pueblos primitivos con una cultura desarrollada, los amerindios, por lo general, no se vestían tal y como se entiende en Occidente este concepto. Las jóvenes lucían su hermosura sin otro impedimento que algún abalorio, los que las diferenciaba a simple vista de las mujeres casadas. El traje estaba íntimamente relacionado con las ceremonias, y entre éstas, la de la muerte, de modo que cuando los misioneros iniciaron la campaña de vestir a los desnudos por razones de moralidad, encontraron toda la resistencia de quienes no deseaban ir por el mundo como los difuntos, luciendo sus mejores galas.

Los muertos, además de ricos vestidos y adornos, eran enterrados junto a numerosas y valiosísimas joyas de todo tipo, lo que atrajo enseguida la codicia de los conquistadores. Al profanar las tumbas, descubrieron para qué utilizaban los vestidos los indígenas.

Mientras los españoles buscaban oro y gemas en los sepulcros saqueados, los colonizadores europeos de Francia, Inglaterra y Holanda desnudaban a los cadáveres de sus pieles de castor y arrancaba de sus cuellos las ricas perlas de Wampum, pieles y perlas que adornaban luego a las damas de aquellas lejanas cortes de la carroñera Europa.

DEFORMACIONES Y TATUAJES

¿Por qué se deformaban los indios sus cabezas tan artificiosamente? ¿Qué justificación tenían los adornos y colgantes en las orejas, la nariz, labios y mejillas? Estos signos externos, más los tatuajes y pinturas, no eran sino fórmulas de diferenciación entre indios de tribus vecinas. Los indios comunes no tenían nombre propio, denominándose en razón de determinados distintivos. Así los natchez, los catawba, los tonica..., debían la raíz de su diferenciación externa a la peculiar forma de sus cabezas, en unos casos alargadas artificialmente, y en otros mediante rapados de todo o parte del cabellos.

PIGMEOS Y GIGANTES

Los conquistadores creyeron a pie juntillas la leyenda de antiguos gigantes precolombinos. Por restos de tales tomaron a los animales antidiluvianos de gran envergadura. Pero los gigantes existieron realmente. Según testimonios de los que dan fe los escritos de Cabeza de Vaca y Melchor Díaz del Castillo, indios de Florida y la Carolina alcanzaban una altura superior a los dos metros. Por el contrario, los "pigmeos" del Estrecho de Magallanes, apenas superiores a un metro, con taba asimismo con su propia mitología, como en el caso de los comechingones y trogloditas, indígenas que habitaban en cuevas.

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